Te Lo Juro Mami Que Era Trabajando
Un amigo cubiche me mando' esta historia via email y se la traigo aqui, me parecio' jocosa y muy buena... Lean
¡Te lo juro Mami, que yo no estaba en na´...!
El Yoyo
Me mandan una semana por trabajo a Ámsterdam y no me hace gracia. En otros tiempos los viajes significaban para mí gozadera total, pero ahora me cuesta dejar la casa. ¿Me habré puesto viejo?
Mi esposa., con mucho amor me ha ayudado a hacer la maleta, pues yo soy un desastre en eso de predecir qué me va a hacer falta dentro de tres días y ahora me despide con un beso en el aeropuerto
Llego al asiento cargado con suficientes periódicos y revistas para las 2 horas que dura el vuelo. No mas despego, empiezo a pensar en la casa, en las instrucciones de mi esposa sobre cada cosa que llevo en la maleta como si yo fuera su hijo más chiquito.
– Este es el pijama por si hace frío, aquí tienes los espejuelos de leer, aquí…
¡Dios mío, como cambia la vida! ¡Cuantas aventuras locas viví alrededor del mundo “suelto y sin vacunar”! ¡Cuanta risa y por qué no decirlo, lágrimas! ¡Cuantas veces yo, que soy más bueno que el pan, fui víctima de mal entendidos!
Sí señor, ¡Injustamente perdí a la novia de mis años mozos, la negra más linda de La Habana. Todo por un mal entendido, pero la negra se trancó y aunque le juré con la mano sobre la Biblia, “me dio el bate”. Todo porque a mí me gusta bailar.
Evalúen ustedes si fui víctima de una injusticia o no.
Todo empezó el día que mi jefe, con cara de circunstancia, me dijo:
- Yoyo hace falta que te ocupes de unas viejas que trae el empresario con que vamos a reunirnos mañana.
- Coño, no me jodas. ¡¿Y no hay un chofer que haga eso?!
- Nadie habla inglés, además nadie conoce La Habana Vieja como tú.
Habíamos recibido la orden de preparar el expediente de negociación con una importante firma interesada en la construcción de varios hoteles. Fueron días de maratón, de las 6 de la mañana a las 11 de la noche preparando números, esquemas, tablas de Excel, el carajo y la vela. El día señalado estaba todo atado y sólo me quedaba planchar el traje… Iba a lucirme ante un tipo billetú.
Pero los jefes son jefes y se reservan para sí las reuniones con los pejes gordos, en donde siempre se pega algo. Los que sudamos los números quedamos fuera de la mesa, o peor aún, tenemos que hacernos cargo de las viejas…
Me jodieron.
Llegué a casa y di el parte:
- De reunión nada. Me tengo que hacer cargo de la esposa del tipo y dos amigas. Tengo que llevar a las viejas de la mano a “Andar La Habana” de museo en museo.
- Yoyo, otra vez será mi amor. Tú eres joven, no te desesperes.- Mi negra es todo dulzura. No quiero otra
Se abrió la puerta de la oficina contigua donde esperaba y mi jefe hizo pasar a alguien quería hablar conmigo, un hombre de edad avanzada, rechoncho. Su enorme panza que delataba una muy buena vida: Era el pez gordo.
Estábamos solos. Me miró de arriba abajo, sonrió y en un arranque de confianza me pasó el brazo por el hombro. Ante la ventana, como para evitar que alguien lo oyera me dijo:
- Necesito que usted me haga un gran favor. En el vuelo a La Habana he conocido unas personas especiales a las que quiero darles “una satisfacción”. Me han dicho que usted conoce muy bien su ciudad. ¿Podría usted llevarles a conocer La Habana? Se lo voy a agradecer…
La palabra “agradecer” suena muy bien en los oídos de un pobre cuando viene de labios de un tipo podri´o en dinero. Asentí sin pensarlo dos veces. ¿Es qué me puedo negar?
- Muchas gracias señor. Ellas se hospedan en el Hotel Plaza. ¿sabe donde está?
- Sí.
- Aquí tiene usted la llave de un auto rentado que está en el parking. Su jefe ha dado instrucciones para que lo use sin problemas durante tres días. En la guantera he dejado dinero para gastos, si no fuera suficiente hágamelo saber. ¡Ah y por favor guarde discreción en esto! ¿Está bien?
- Cuente conmigo.
“La conferencia” llegó a su terminó.
¿Cómo es eso de que las conoció en el avión, no eran su esposa y dos viejas más? Tú verás que me busco un rollo en esto ¡Que Dios me coja confesado!
- Bueno si no me necesitas más, parto ahora mismo.
- ¡Dale! - dijo mi jefe.
- Hasta luego señor.
En Cuba lo que no es obligatorio está prohibido, debía estar alerta no fuera ser que me buscara una jodienda. Marchaba con la seguridad de que algo no estaba muy claro.
Las sorpresas no tardaron en presentarse: En el parqueo había un solo auto, a su alrededor un grupo de curiosos se esforzaba por revisar hasta el más mínimo de los detalles.
- Permiso, permiso “caballero” que estoy corto de tiempo - le dije al grupo mientras hacía tintinear las llaves de un Mercedes.
- ¡Eh negro! ¿Le robaste la llave al yuma o qué bolá?
- Arriba, no quiero envidia.
- ¡Negrón te vas a especular en La Habana!
- Ya lo dijeron ustedes: ¡El especulador de La Habana!!
- Cuida´o no te confundan con “quien tú sabes” montado en un Mercedes negro.
Salí haciendo chillar las gomas, entre las risas y bromas de mis colegas.
Había llegado en bicicleta china y me iba en limusina con aire acondicionado; en una alfombra mágica que volaba a través de la quinta avenida en dirección a La Habana Vieja.
Por más que repasaba una por una las palabras de mi jefe y de “el pez gordo”, no le encontraba ni pies ni cabeza a aquella situación. A la altura de la Piragua me acordé de que en la guantera tenía dinero para los gastos. Alargué la mano para abrir la guantera y la tapa se abrió con estrépito dejando caer un cuaderno que se abrió sobre el asiento delantero. Gracias a Dios viajaba con los cristales cerrados pues varios billetes “verdes” volaron por el interior del coche. ¡Frenazo que tú conoces, que por poco me hace tener un accidente!
- ¡Cojones!
Pude detener el auto justo frente a un “caballito” que miraba atónito a este negro cazando billetes verdes dentro de un Mercedes. La cacería dio como resultado 800 dólares USA.
- ¡Ochocientos dólares pa´ tres días! ¡Cómo puedo gastar 800 fulas con tres viejas en museos! ¿¡Este tipo se volvió loco!?
Corría el año 1994, las CADECAS estaban por crearse, por lo que en un par de semanas el dólar había subido de 7 a 95 pesos el fula osea llevaba conmigo una fortuna.
El policía me miraba y dudaba si venir a por mí o no. ¿Un negrón conduciendo un Mercedes negro? ¡¿Uhm?! Habrá pensado: Tiene que ser de seguridad personal de “Quien tú sabes”. “Blanco” como un papel le dediqué una sonrisa al guardia y él me devolvió un saludo militar. Escapé en dirección al Hotel Plaza en el momento que él detenía un Lada que pasaba.
- Bueno pues gastaré lo mínimo posible con esas viejas y me quedo con lo que sobre. ¡Qué cojones!
Ya en el hotel me fui directo a Recepción.
- Mimi, vengo a recoger a tres señoras, pero no sé quienes son. De mi oficina llamaron y me dijeron que estaban listas en el lobby.
- Mira a ver si son esas que están sentadas allí.
Encaminé mis pasos a donde estaban las “señoras” y mi corazón dio otro vuelco. Ya decía yo que esto estaría lleno de sorpresas.
- Hola señoras. Me esperan a mí
Ninguna de las tres “viejas” pasaba de 30. Unas morenas salidas delmprograma Bay Watch, cabelleras rizadas a borbotones a lo Shakira (pero mejor despachadas). Chapurreaban un español que salía con dulzura a través de sus dientes perfectos blanquísimos. Poderoso caballero es Don Dinero, quedaba por averiguar cual era la esposa del “gran jefe”, no vaya a ser que metiera la pata.
- El esposo de una de ustedes me ha dicho que ustedes quieren conocer la ciudad y visitar museos…
Ellas me miraron y estallaron en una carcajada…
- A él lo conocimos en el aeropuerto. Mientras tomábamos un champagne, conversamos un poco, nos ofreció enviar alguien de su oficina a enseñarnos la isla. Pero no hemos tenido tiempo de contraer matrimonio… Ja ja
¡Qué clase de cabrón es el viejo! ¡Así que quiere impresionar a las “niñas” mientras la vieja lo hace trabajando! Una sonrisa me llenó la cara… Nadie sabe para quien trabaja. El viejo le hecha maíz a los pollos y yo les voy a chupar hasta los huesos. Hagámosle una “buena” recepción.
Las niñas no tenían la más mínima intención de pisar un museo habanero. Habían venido de marcha al Caribe, a disfrutar del sol, en busca de música y… bueno pa´ luego es tarde. ¿Qué más se puede pedir? ¿Dime? ¡Fuera de serie Papiiii!
- Bueno, pues yo soy el yoyo a secas! Pa´ luego es talde… ¡Pelo suelto y carretera!
A 160 km/h pusimos rumbo a Varadero. Pensaba, ¿Qué más se puede pedir? Un Mercedes, en el maletero tres cajas de Hatuey, tres tremendas niñas, una fortuna en el bolsillo y del radio música de radio Taino. ¡Qué poco necesita el hombre pa´ ser feliz!
El trayecto fue todo chistes, risas. Un vacilón.
Ellas pasaron la mañana bañándose en “la playa azul”. Yo, como buen cubano, preferí observar el gana´o desde la arena acompaña´o de mi caja de Hatuey y haciendo cuentos con el barman. Almorzamos en el recién estrenado Meliá Las Américas. En la tarde como ellas decidieron “shopiar” en el Centro Comercial Las Américas, un lugar lleno de caracoles y mierdas esas que compran los turistas. Me mantuve un poco alejado, no fuera que tuviera yo que pagar con “mi dinero” sus antojos. ¡Bueno es lo bueno, pero no lo demasiado!
Estuvimos dando vueltas luego por el centro del poblado de Varadero y cuando a las 6 salíamos como un rayo con destino a La Habana, ya nos tuteábamos como si nos conociéramos de toda la vida.
- Bueno Mimis ¿y que van a hacer esta noche? – dije mientras repartía besos y abrazos en el lobby del hotel al despedirme.
- ¡Ir a bailar salsa, si tú nos llevas! – dijeron al unísono.
¡Ya me compliqué! ¡Lo juro por mi vieja que yo no quería cpnducir de noche!
- Bueno, pues paso a las 10 de la noche a recogerlas. Estén listas.
Pareciera que una alfombra roja nos precediera nuestro camino. Otra vez la barrera se abrió al paso del mercedes sin siquiera tener que desacelerar para entrar a la Marina Hemingway. Prometía ser una noche “Arriba de la bola” al ritmo del “Médico de la Salsa”
¡Y se te ve en la carita!
Qué tu eres una loquita
El Yoyo agarra´o en un trencito, en un sándwich, repartiendo manos aquí y allá… ¡Ah y acullá!
¡Y se te ve en la carota!
¡Qué tú eres una locota!
Sí señor, tremendas locotas resultaron ser las tres. Habían viajado al Caribe a divertirse y no perdían segundo. Y a mí que me habían dado “órdenes” de complacerlas tiré la casa por la ventana… ¿cerveza? ¿Havana Club 7 años? ¿Langosta? Dale, métele que esto es como dice el Médico de La Salsa..
¡A pagar allá, mami, a pagar allá!
Y ellas que me agarraban y me apretaban y yo… Yo que le voy a hacer si me pasé de copas y de langostas y de cervezas y en la disco me la cogí pa´ mí.
Anoche me boté de sala´o.
Cuando a las 2 de la mañana cerraba el garito “el impulso” del Mercedes era tal que se nos pasó La Habana frené en playas del Este, donde las niñas quitáronse el calor y to´lo demás en las calientes aguas del Caribe.
Los tres siguientes días no fueron menos: "Gozadera Total”. Volando de un lugar a otro entre risas, playas, mojitos, música y “arriba de la bola”.
Entré a la oficina cuatro días después como después de una guerra, con la satisfacción del deber cumplido. Las chicas le habían hablado tantas maravillas del Yoyo al gran jefe que él personalmente vino a “agradecerme” el interés que había puesto en “la misión”.
Ahora venía la parte más difícil, el regreso a la vida real, al diario no vivir. Cansado a más no poder, pedaleé hasta la puerta del solar… Y allí en casa me esperaba mi negra con cara de pocos amigos. Esa noche nadie durmió en el solar porque la neggra se puso como se puso...
- Pero mami yo tengo que trabajar.
- ¡Trabajando! Trabajando en la Marina Hemingway al ritmo del médico de La Salsa! ¡No jodas, recoge que esto se acabó!
!Coño me cambiaron la negra!
Pueblo chiquito, infierno grande. Nunca supe cómo mi negra se enteró de aquello. Tampoco me dio oportunidad de saberlo pues no la vi más.
Años han pasado, pero por más que me rompo la cabeza, no sé qué fue lo malo que hice yo. ¿Me habré saltado un semáforo en rojo o quizás no le gustó que conduciera a exceso de velocidad? No sé, díganme ustedes... Sin dudas un malentendido.
Por eso en el momento que me entero que la linda chica que viaja a mi lado rumbo a Amsterdam, se hospedará en mi mismo Hotel, me ofrezco amablemente a llevarla en mi coche. Eso sí, le doy las llaves del auto pa´ que conduzca ella.
No quiero cometer dos veces el mismo error con un Mercedes.
¡Te lo juro Mami, que yo no estaba en na´...!
El Yoyo
Me mandan una semana por trabajo a Ámsterdam y no me hace gracia. En otros tiempos los viajes significaban para mí gozadera total, pero ahora me cuesta dejar la casa. ¿Me habré puesto viejo?
Mi esposa., con mucho amor me ha ayudado a hacer la maleta, pues yo soy un desastre en eso de predecir qué me va a hacer falta dentro de tres días y ahora me despide con un beso en el aeropuerto
Llego al asiento cargado con suficientes periódicos y revistas para las 2 horas que dura el vuelo. No mas despego, empiezo a pensar en la casa, en las instrucciones de mi esposa sobre cada cosa que llevo en la maleta como si yo fuera su hijo más chiquito.
– Este es el pijama por si hace frío, aquí tienes los espejuelos de leer, aquí…
¡Dios mío, como cambia la vida! ¡Cuantas aventuras locas viví alrededor del mundo “suelto y sin vacunar”! ¡Cuanta risa y por qué no decirlo, lágrimas! ¡Cuantas veces yo, que soy más bueno que el pan, fui víctima de mal entendidos!
Sí señor, ¡Injustamente perdí a la novia de mis años mozos, la negra más linda de La Habana. Todo por un mal entendido, pero la negra se trancó y aunque le juré con la mano sobre la Biblia, “me dio el bate”. Todo porque a mí me gusta bailar.
Evalúen ustedes si fui víctima de una injusticia o no.
Todo empezó el día que mi jefe, con cara de circunstancia, me dijo:
- Yoyo hace falta que te ocupes de unas viejas que trae el empresario con que vamos a reunirnos mañana.
- Coño, no me jodas. ¡¿Y no hay un chofer que haga eso?!
- Nadie habla inglés, además nadie conoce La Habana Vieja como tú.
Habíamos recibido la orden de preparar el expediente de negociación con una importante firma interesada en la construcción de varios hoteles. Fueron días de maratón, de las 6 de la mañana a las 11 de la noche preparando números, esquemas, tablas de Excel, el carajo y la vela. El día señalado estaba todo atado y sólo me quedaba planchar el traje… Iba a lucirme ante un tipo billetú.
Pero los jefes son jefes y se reservan para sí las reuniones con los pejes gordos, en donde siempre se pega algo. Los que sudamos los números quedamos fuera de la mesa, o peor aún, tenemos que hacernos cargo de las viejas…
Me jodieron.
Llegué a casa y di el parte:
- De reunión nada. Me tengo que hacer cargo de la esposa del tipo y dos amigas. Tengo que llevar a las viejas de la mano a “Andar La Habana” de museo en museo.
- Yoyo, otra vez será mi amor. Tú eres joven, no te desesperes.- Mi negra es todo dulzura. No quiero otra
Se abrió la puerta de la oficina contigua donde esperaba y mi jefe hizo pasar a alguien quería hablar conmigo, un hombre de edad avanzada, rechoncho. Su enorme panza que delataba una muy buena vida: Era el pez gordo.
Estábamos solos. Me miró de arriba abajo, sonrió y en un arranque de confianza me pasó el brazo por el hombro. Ante la ventana, como para evitar que alguien lo oyera me dijo:
- Necesito que usted me haga un gran favor. En el vuelo a La Habana he conocido unas personas especiales a las que quiero darles “una satisfacción”. Me han dicho que usted conoce muy bien su ciudad. ¿Podría usted llevarles a conocer La Habana? Se lo voy a agradecer…
La palabra “agradecer” suena muy bien en los oídos de un pobre cuando viene de labios de un tipo podri´o en dinero. Asentí sin pensarlo dos veces. ¿Es qué me puedo negar?
- Muchas gracias señor. Ellas se hospedan en el Hotel Plaza. ¿sabe donde está?
- Sí.
- Aquí tiene usted la llave de un auto rentado que está en el parking. Su jefe ha dado instrucciones para que lo use sin problemas durante tres días. En la guantera he dejado dinero para gastos, si no fuera suficiente hágamelo saber. ¡Ah y por favor guarde discreción en esto! ¿Está bien?
- Cuente conmigo.
“La conferencia” llegó a su terminó.
¿Cómo es eso de que las conoció en el avión, no eran su esposa y dos viejas más? Tú verás que me busco un rollo en esto ¡Que Dios me coja confesado!
- Bueno si no me necesitas más, parto ahora mismo.
- ¡Dale! - dijo mi jefe.
- Hasta luego señor.
En Cuba lo que no es obligatorio está prohibido, debía estar alerta no fuera ser que me buscara una jodienda. Marchaba con la seguridad de que algo no estaba muy claro.
Las sorpresas no tardaron en presentarse: En el parqueo había un solo auto, a su alrededor un grupo de curiosos se esforzaba por revisar hasta el más mínimo de los detalles.
- Permiso, permiso “caballero” que estoy corto de tiempo - le dije al grupo mientras hacía tintinear las llaves de un Mercedes.
- ¡Eh negro! ¿Le robaste la llave al yuma o qué bolá?
- Arriba, no quiero envidia.
- ¡Negrón te vas a especular en La Habana!
- Ya lo dijeron ustedes: ¡El especulador de La Habana!!
- Cuida´o no te confundan con “quien tú sabes” montado en un Mercedes negro.
Salí haciendo chillar las gomas, entre las risas y bromas de mis colegas.
Había llegado en bicicleta china y me iba en limusina con aire acondicionado; en una alfombra mágica que volaba a través de la quinta avenida en dirección a La Habana Vieja.
Por más que repasaba una por una las palabras de mi jefe y de “el pez gordo”, no le encontraba ni pies ni cabeza a aquella situación. A la altura de la Piragua me acordé de que en la guantera tenía dinero para los gastos. Alargué la mano para abrir la guantera y la tapa se abrió con estrépito dejando caer un cuaderno que se abrió sobre el asiento delantero. Gracias a Dios viajaba con los cristales cerrados pues varios billetes “verdes” volaron por el interior del coche. ¡Frenazo que tú conoces, que por poco me hace tener un accidente!
- ¡Cojones!
Pude detener el auto justo frente a un “caballito” que miraba atónito a este negro cazando billetes verdes dentro de un Mercedes. La cacería dio como resultado 800 dólares USA.
- ¡Ochocientos dólares pa´ tres días! ¡Cómo puedo gastar 800 fulas con tres viejas en museos! ¿¡Este tipo se volvió loco!?
Corría el año 1994, las CADECAS estaban por crearse, por lo que en un par de semanas el dólar había subido de 7 a 95 pesos el fula osea llevaba conmigo una fortuna.
El policía me miraba y dudaba si venir a por mí o no. ¿Un negrón conduciendo un Mercedes negro? ¡¿Uhm?! Habrá pensado: Tiene que ser de seguridad personal de “Quien tú sabes”. “Blanco” como un papel le dediqué una sonrisa al guardia y él me devolvió un saludo militar. Escapé en dirección al Hotel Plaza en el momento que él detenía un Lada que pasaba.
- Bueno pues gastaré lo mínimo posible con esas viejas y me quedo con lo que sobre. ¡Qué cojones!
Ya en el hotel me fui directo a Recepción.
- Mimi, vengo a recoger a tres señoras, pero no sé quienes son. De mi oficina llamaron y me dijeron que estaban listas en el lobby.
- Mira a ver si son esas que están sentadas allí.
Encaminé mis pasos a donde estaban las “señoras” y mi corazón dio otro vuelco. Ya decía yo que esto estaría lleno de sorpresas.
- Hola señoras. Me esperan a mí
Ninguna de las tres “viejas” pasaba de 30. Unas morenas salidas delmprograma Bay Watch, cabelleras rizadas a borbotones a lo Shakira (pero mejor despachadas). Chapurreaban un español que salía con dulzura a través de sus dientes perfectos blanquísimos. Poderoso caballero es Don Dinero, quedaba por averiguar cual era la esposa del “gran jefe”, no vaya a ser que metiera la pata.
- El esposo de una de ustedes me ha dicho que ustedes quieren conocer la ciudad y visitar museos…
Ellas me miraron y estallaron en una carcajada…
- A él lo conocimos en el aeropuerto. Mientras tomábamos un champagne, conversamos un poco, nos ofreció enviar alguien de su oficina a enseñarnos la isla. Pero no hemos tenido tiempo de contraer matrimonio… Ja ja
¡Qué clase de cabrón es el viejo! ¡Así que quiere impresionar a las “niñas” mientras la vieja lo hace trabajando! Una sonrisa me llenó la cara… Nadie sabe para quien trabaja. El viejo le hecha maíz a los pollos y yo les voy a chupar hasta los huesos. Hagámosle una “buena” recepción.
Las niñas no tenían la más mínima intención de pisar un museo habanero. Habían venido de marcha al Caribe, a disfrutar del sol, en busca de música y… bueno pa´ luego es tarde. ¿Qué más se puede pedir? ¿Dime? ¡Fuera de serie Papiiii!
- Bueno, pues yo soy el yoyo a secas! Pa´ luego es talde… ¡Pelo suelto y carretera!
A 160 km/h pusimos rumbo a Varadero. Pensaba, ¿Qué más se puede pedir? Un Mercedes, en el maletero tres cajas de Hatuey, tres tremendas niñas, una fortuna en el bolsillo y del radio música de radio Taino. ¡Qué poco necesita el hombre pa´ ser feliz!
El trayecto fue todo chistes, risas. Un vacilón.
Ellas pasaron la mañana bañándose en “la playa azul”. Yo, como buen cubano, preferí observar el gana´o desde la arena acompaña´o de mi caja de Hatuey y haciendo cuentos con el barman. Almorzamos en el recién estrenado Meliá Las Américas. En la tarde como ellas decidieron “shopiar” en el Centro Comercial Las Américas, un lugar lleno de caracoles y mierdas esas que compran los turistas. Me mantuve un poco alejado, no fuera que tuviera yo que pagar con “mi dinero” sus antojos. ¡Bueno es lo bueno, pero no lo demasiado!
Estuvimos dando vueltas luego por el centro del poblado de Varadero y cuando a las 6 salíamos como un rayo con destino a La Habana, ya nos tuteábamos como si nos conociéramos de toda la vida.
- Bueno Mimis ¿y que van a hacer esta noche? – dije mientras repartía besos y abrazos en el lobby del hotel al despedirme.
- ¡Ir a bailar salsa, si tú nos llevas! – dijeron al unísono.
¡Ya me compliqué! ¡Lo juro por mi vieja que yo no quería cpnducir de noche!
- Bueno, pues paso a las 10 de la noche a recogerlas. Estén listas.
Pareciera que una alfombra roja nos precediera nuestro camino. Otra vez la barrera se abrió al paso del mercedes sin siquiera tener que desacelerar para entrar a la Marina Hemingway. Prometía ser una noche “Arriba de la bola” al ritmo del “Médico de la Salsa”
¡Y se te ve en la carita!
Qué tu eres una loquita
El Yoyo agarra´o en un trencito, en un sándwich, repartiendo manos aquí y allá… ¡Ah y acullá!
¡Y se te ve en la carota!
¡Qué tú eres una locota!
Sí señor, tremendas locotas resultaron ser las tres. Habían viajado al Caribe a divertirse y no perdían segundo. Y a mí que me habían dado “órdenes” de complacerlas tiré la casa por la ventana… ¿cerveza? ¿Havana Club 7 años? ¿Langosta? Dale, métele que esto es como dice el Médico de La Salsa..
¡A pagar allá, mami, a pagar allá!
Y ellas que me agarraban y me apretaban y yo… Yo que le voy a hacer si me pasé de copas y de langostas y de cervezas y en la disco me la cogí pa´ mí.
Anoche me boté de sala´o.
Cuando a las 2 de la mañana cerraba el garito “el impulso” del Mercedes era tal que se nos pasó La Habana frené en playas del Este, donde las niñas quitáronse el calor y to´lo demás en las calientes aguas del Caribe.
Los tres siguientes días no fueron menos: "Gozadera Total”. Volando de un lugar a otro entre risas, playas, mojitos, música y “arriba de la bola”.
Entré a la oficina cuatro días después como después de una guerra, con la satisfacción del deber cumplido. Las chicas le habían hablado tantas maravillas del Yoyo al gran jefe que él personalmente vino a “agradecerme” el interés que había puesto en “la misión”.
Ahora venía la parte más difícil, el regreso a la vida real, al diario no vivir. Cansado a más no poder, pedaleé hasta la puerta del solar… Y allí en casa me esperaba mi negra con cara de pocos amigos. Esa noche nadie durmió en el solar porque la neggra se puso como se puso...
- Pero mami yo tengo que trabajar.
- ¡Trabajando! Trabajando en la Marina Hemingway al ritmo del médico de La Salsa! ¡No jodas, recoge que esto se acabó!
!Coño me cambiaron la negra!
Pueblo chiquito, infierno grande. Nunca supe cómo mi negra se enteró de aquello. Tampoco me dio oportunidad de saberlo pues no la vi más.
Años han pasado, pero por más que me rompo la cabeza, no sé qué fue lo malo que hice yo. ¿Me habré saltado un semáforo en rojo o quizás no le gustó que conduciera a exceso de velocidad? No sé, díganme ustedes... Sin dudas un malentendido.
Por eso en el momento que me entero que la linda chica que viaja a mi lado rumbo a Amsterdam, se hospedará en mi mismo Hotel, me ofrezco amablemente a llevarla en mi coche. Eso sí, le doy las llaves del auto pa´ que conduzca ella.
No quiero cometer dos veces el mismo error con un Mercedes.
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